LUIS SALVADOR CARMONA (Valladolid, 1708 - Madrid, 1767). “San José con el Niño”. Barro modelos y policromado. Presenta pérdidas de los dedos del Niño. Medidas: 43 x 20 x 18 cm; 5 x 10 x 17 cm (peana). La presente talla muestra una imagen muy común durante la reforma; San José sosteniendo al Niño entre sus brazos. En la obra el artista nos muestra a San José de un modo dinámico, perdiendo el hieratismo de épocas anteriores, y a un niño rollizo y voluminoso, recordando en gran medida a la obra realizada por el escultor Luis Salvador Carmona, que se encuentra en la Iglesia de San José de la Calle Alcalá de Madrid.Frente a la ternura, indefensión y candidez de la figura infantil, San José se presenta como un personaje monumental, típicamente barroco, impresión que queda reforzada por la composición piramidal. Mediante esta forma de representación, el autor realza visualmente el papel decisivo como protector del padre putativo de Jesús. Hasta la Contrarreforma, lo más común era que la figura de San José permaneciera en un segundo plano, dado que no se le otorgaba ninguna importancia teológica. Sin embargo, a partir de Trento se recuperará su papel protagonista como protector de Jesús durante su infancia, como guía durante sus años de juventud, y como tal se representa aquí. Vemos a las dos figuras en el camino, José tomando de la mano a Jesús, un niño de rubios rizos y rostro sonrosado, que lo contempla sonriente. Luis Salvador Carmona comenzó su aprendizaje en el taller de Juan Villaabrille y Ron, destacado escultor barroco. Allí formó su estilo, colaboró en diversos encargos, y seguidamente pudo independizarse y abrir su propio taller en 1731. La mayor parte de su producción se centra en la imaginería religiosa, con claras referencias barrocas, aunque se pueden apreciar ciertas tendencias neoclásicas. Trabaja las figuras otorgándolas una apariencia de delicadeza, serenidad y gracia, preocupándose de la apariencia veraz de los tipos humanos, aunque mostrándolos afables e idealizados. Da mucha importancia a la función expresiva de las vestiduras y paños, que trabaja con minuciosidad, en ocasiones mediante finísimas láminas de madera. Continúa, en definitiva, con la tradición escultórica castellana a grandes rasgos, pero sus piezas ganan en simplicidad, apartándose del carácter grotesco o trágico que en ocasiones había predominado en la escultura barroca hispana. Gran parte de su producción se realizó para Madrid, donde el escultor tenía su taller. No obstante, el éxito y notoriedad que alcanzó su obra motivó su dispersión por toda la geografía española. Parte de esta fama se debe a la labor de sus sobrinos Manuel y Juan Antonio, que reprodujeron algunas de sus esculturas en grabado, acrecentando su difusión.
LUIS SALVADOR CARMONA (Valladolid, 1708 - Madrid, 1767). “San José con el Niño”. Barro modelos y policromado. Presenta pérdidas de los dedos del Niño. Medidas: 43 x 20 x 18 cm; 5 x 10 x 17 cm (peana). La presente talla muestra una imagen muy común durante la reforma; San José sosteniendo al Niño entre sus brazos. En la obra el artista nos muestra a San José de un modo dinámico, perdiendo el hieratismo de épocas anteriores, y a un niño rollizo y voluminoso, recordando en gran medida a la obra realizada por el escultor Luis Salvador Carmona, que se encuentra en la Iglesia de San José de la Calle Alcalá de Madrid.Frente a la ternura, indefensión y candidez de la figura infantil, San José se presenta como un personaje monumental, típicamente barroco, impresión que queda reforzada por la composición piramidal. Mediante esta forma de representación, el autor realza visualmente el papel decisivo como protector del padre putativo de Jesús. Hasta la Contrarreforma, lo más común era que la figura de San José permaneciera en un segundo plano, dado que no se le otorgaba ninguna importancia teológica. Sin embargo, a partir de Trento se recuperará su papel protagonista como protector de Jesús durante su infancia, como guía durante sus años de juventud, y como tal se representa aquí. Vemos a las dos figuras en el camino, José tomando de la mano a Jesús, un niño de rubios rizos y rostro sonrosado, que lo contempla sonriente. Luis Salvador Carmona comenzó su aprendizaje en el taller de Juan Villaabrille y Ron, destacado escultor barroco. Allí formó su estilo, colaboró en diversos encargos, y seguidamente pudo independizarse y abrir su propio taller en 1731. La mayor parte de su producción se centra en la imaginería religiosa, con claras referencias barrocas, aunque se pueden apreciar ciertas tendencias neoclásicas. Trabaja las figuras otorgándolas una apariencia de delicadeza, serenidad y gracia, preocupándose de la apariencia veraz de los tipos humanos, aunque mostrándolos afables e idealizados. Da mucha importancia a la función expresiva de las vestiduras y paños, que trabaja con minuciosidad, en ocasiones mediante finísimas láminas de madera. Continúa, en definitiva, con la tradición escultórica castellana a grandes rasgos, pero sus piezas ganan en simplicidad, apartándose del carácter grotesco o trágico que en ocasiones había predominado en la escultura barroca hispana. Gran parte de su producción se realizó para Madrid, donde el escultor tenía su taller. No obstante, el éxito y notoriedad que alcanzó su obra motivó su dispersión por toda la geografía española. Parte de esta fama se debe a la labor de sus sobrinos Manuel y Juan Antonio, que reprodujeron algunas de sus esculturas en grabado, acrecentando su difusión.
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