Escuela andaluza; siglo XIX. “Bodegón”. Óleo sobre lienzo. Conserva marco del siglo XX. Medidas: 61 x 81,5 cm; 73,5 x 95 cm (marco). El autor de esta pintura se basa para su concepción y tratamiento en su conocimiento de la tradición española del género, que hunde sus raíces en los maestros del siglo XVII. Asimismo, evidencia el conocimiento de las escuelas bodegonistas holandesa y flamenca, tanto por la disposición aparentemente caótica de las frutas que componen la escena como por la suntuosidad en su tratamiento, en cierto modo alejada del carácter más sobrio y contenido de la tradición hispana. Así, vemos numerosos frutos trabajados con suntuosidad cromática, apilados sobre una mesa de madera que discurre en paralelo al margen inferior del cuadro. Sin embargo, subyace una sólida composición piramidal, equilibrada y asentada, de carácter clásico, que ordena la imagen. Como es habitual en el bodegón barroco, clave para el desarrollo del género en el siglo XIX, los frutos aparecen vivamente iluminados, destacados sobre un fondo oscuro y neutro que equilibra la composición y realza la corporeidad, la presencia física de las frutas. El bodegón en España fue uno de los géneros más característicos y, por sus especiales particularidades, se diferencia claramente de este mismo tema en talleres del resto de Europa. El término apareció ya a finales del siglo XVI, y destaca en esta escuela por su austeridad, en claro contraste con la suntuosidad flamenca, aunque contando con una serie de influencias de ésta y de la escuela italiana. Las obras de Sánchez Cotán alcanzó tal éxito que su estilo contó con numerosos seguidores (Juan de Espinosa, Antonio Ponce, Juan van der Hamen y León etc.). En este contexto, la escuela sevillana aportó sus propias particularidades, gracias, sobre todo a Velázquez y Zurbarán. Muy apreciada dentro del mercado del anticuariado, así como entre los coleccionistas y los historiadores del arte, la escuela bodegonista española del barroco gozó de un espectacular desarrollo, dejando atrás los fastos del siglo XVI y progresando dentro de un estilo plenamente barroco y claramente identificable. En España el desarrollo del género estuvo claramente marcado por la influencia italiana, en concreto por la aportación de la escuela napolitana. Actualmente esta escuela es considerada una de las más destacadas dentro de la naturaleza muerta del barroco. El signo distintivo de los pintores napolitanos del barroco, fue siempre su fuerte carácter naturalista y su cálido cromatismo, con dominio de los rojizos y terrosos, mientras que la escuela española se caracterizó por el uso de una paleta de gama sobria, destacada por el uso de los ocres.
Escuela andaluza; siglo XIX. “Bodegón”. Óleo sobre lienzo. Conserva marco del siglo XX. Medidas: 61 x 81,5 cm; 73,5 x 95 cm (marco). El autor de esta pintura se basa para su concepción y tratamiento en su conocimiento de la tradición española del género, que hunde sus raíces en los maestros del siglo XVII. Asimismo, evidencia el conocimiento de las escuelas bodegonistas holandesa y flamenca, tanto por la disposición aparentemente caótica de las frutas que componen la escena como por la suntuosidad en su tratamiento, en cierto modo alejada del carácter más sobrio y contenido de la tradición hispana. Así, vemos numerosos frutos trabajados con suntuosidad cromática, apilados sobre una mesa de madera que discurre en paralelo al margen inferior del cuadro. Sin embargo, subyace una sólida composición piramidal, equilibrada y asentada, de carácter clásico, que ordena la imagen. Como es habitual en el bodegón barroco, clave para el desarrollo del género en el siglo XIX, los frutos aparecen vivamente iluminados, destacados sobre un fondo oscuro y neutro que equilibra la composición y realza la corporeidad, la presencia física de las frutas. El bodegón en España fue uno de los géneros más característicos y, por sus especiales particularidades, se diferencia claramente de este mismo tema en talleres del resto de Europa. El término apareció ya a finales del siglo XVI, y destaca en esta escuela por su austeridad, en claro contraste con la suntuosidad flamenca, aunque contando con una serie de influencias de ésta y de la escuela italiana. Las obras de Sánchez Cotán alcanzó tal éxito que su estilo contó con numerosos seguidores (Juan de Espinosa, Antonio Ponce, Juan van der Hamen y León etc.). En este contexto, la escuela sevillana aportó sus propias particularidades, gracias, sobre todo a Velázquez y Zurbarán. Muy apreciada dentro del mercado del anticuariado, así como entre los coleccionistas y los historiadores del arte, la escuela bodegonista española del barroco gozó de un espectacular desarrollo, dejando atrás los fastos del siglo XVI y progresando dentro de un estilo plenamente barroco y claramente identificable. En España el desarrollo del género estuvo claramente marcado por la influencia italiana, en concreto por la aportación de la escuela napolitana. Actualmente esta escuela es considerada una de las más destacadas dentro de la naturaleza muerta del barroco. El signo distintivo de los pintores napolitanos del barroco, fue siempre su fuerte carácter naturalista y su cálido cromatismo, con dominio de los rojizos y terrosos, mientras que la escuela española se caracterizó por el uso de una paleta de gama sobria, destacada por el uso de los ocres.
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