Escuela castellana; finales del siglo XV. “Santa Ana, la Virgen y el Niño”. Madera tallada y policromada. Presenta leves desperfectos. Medidas: 93 x 50 x 25 cm. La iconografía de Santa Ana con la Virgen y el Niño, también conocida como Santa Ana Triple, tiene su origen en el siglo XIV, y fue concebida para glorificar a la santa como madre de María y abuela de Jesús. En sus comienzos, la representación del tema evidencia un notable frontalismo y verticalidad, como vemos en el ejemplo que aquí presentamos, con la santa de pie sosteniendo en su brazo izquierdo a una María de tamaño infantil, coronada y guardando en su regazo, a su vez, a un pequeño Niño Jesús. Santa Ana toca la Virgen, y ella a la vez al Hijo, en clara alusión al Árbol de Jessé o símbolo genealógico de Cristo. Esta iconografía establece, por otra parte, una correlación de causa a efecto en lo humano, de abuela-madre-nieto; y en lo sobrenatural, Redentor, Dios hombre: engendrado por el Espíritu Santo de madre virgen, concebida a su vez sin mancha de pecado original en el seno materno de Ana. Por otra parte, se trata de una representación de la Sagrada Familia. En el sentido más común de la expresión, la Sagrada Familia incluye a los parientes más próximos del Niño Jesús, es decir, madre y abuela o madre y padre nutricio. En los dos casos, ya sea santa Ana o san José quien aparezca, se trata de un grupo de tres figuras. Desde el punto de vista artístico, la disposición de esta Trinidad terrestre plantea los mismos problemas y sugiere las mismas soluciones que la Trinidad celestial. No obstante, las dificultades son menores. Ya no se trata de un único Dios en tres personas del cual deba expresarse la unidad esencial al mismo tiempo que la diversidad. Los tres personajes están unidos por un vínculo de sangre, ciertamente, pero no constituyen un bloque indivisible. Además, los tres están representados en forma humana, mientras que la paloma del Espíritu Santo introduce en la Trinidad divina un elemento zoomórfico difícil de amalgamar con dos figuras antropomórficas. En el tipo iconográfico que presenta a santa Ana con la Virgen y el Niño, se trata de una Sagrada Familia que agrupa a tres generaciones: abuela, madre e hijo, y que en realidad podría ser un fragmento separado de la parentela de María. Al igual que este último tema, fue una iconografía especialmente difundida en Alemania y Centroeuropa, encontrándose ejemplos a partir del siglo XIV. Sin embargo, fue en los siglos XV y XVI cuando el tema se hizo realmente popular, no sólo en los países germánicos sino también en Italia y España. Durante estos primeros siglos la representación de este tema seguía un esquema rígido que incluía dos posibilidades: santa Ana sosteniendo en su regazo a la Virgen y al Niño, o bien el Niño Jesús sentado entre su madre y su abuela. Algunos autores como Leonardo Da Vinci ya introdujeron un enfoque más naturalista de la escena, pero será en el barroco cuando definitivamente se superen estos esquemas en favor de una representación realista, humana y cercana. España fue, durante el siglo XV y a a comienzos del siglo XVI, la nación europea mejor preparada para recibir los nuevos conceptos humanistas de vida y arte por sus condiciones espirituales, políticas y económicas, aunque desde el punto de vista de las formas plásticas, su adaptación de las implantadas por Italia fue más lenta por la necesidad de aprender las nuevas técnicas y de cambiar el gusto de la clientela. La escultura refleja quizás mejor que otros campos artísticos este afán de vuel
Escuela castellana; finales del siglo XV. “Santa Ana, la Virgen y el Niño”. Madera tallada y policromada. Presenta leves desperfectos. Medidas: 93 x 50 x 25 cm. La iconografía de Santa Ana con la Virgen y el Niño, también conocida como Santa Ana Triple, tiene su origen en el siglo XIV, y fue concebida para glorificar a la santa como madre de María y abuela de Jesús. En sus comienzos, la representación del tema evidencia un notable frontalismo y verticalidad, como vemos en el ejemplo que aquí presentamos, con la santa de pie sosteniendo en su brazo izquierdo a una María de tamaño infantil, coronada y guardando en su regazo, a su vez, a un pequeño Niño Jesús. Santa Ana toca la Virgen, y ella a la vez al Hijo, en clara alusión al Árbol de Jessé o símbolo genealógico de Cristo. Esta iconografía establece, por otra parte, una correlación de causa a efecto en lo humano, de abuela-madre-nieto; y en lo sobrenatural, Redentor, Dios hombre: engendrado por el Espíritu Santo de madre virgen, concebida a su vez sin mancha de pecado original en el seno materno de Ana. Por otra parte, se trata de una representación de la Sagrada Familia. En el sentido más común de la expresión, la Sagrada Familia incluye a los parientes más próximos del Niño Jesús, es decir, madre y abuela o madre y padre nutricio. En los dos casos, ya sea santa Ana o san José quien aparezca, se trata de un grupo de tres figuras. Desde el punto de vista artístico, la disposición de esta Trinidad terrestre plantea los mismos problemas y sugiere las mismas soluciones que la Trinidad celestial. No obstante, las dificultades son menores. Ya no se trata de un único Dios en tres personas del cual deba expresarse la unidad esencial al mismo tiempo que la diversidad. Los tres personajes están unidos por un vínculo de sangre, ciertamente, pero no constituyen un bloque indivisible. Además, los tres están representados en forma humana, mientras que la paloma del Espíritu Santo introduce en la Trinidad divina un elemento zoomórfico difícil de amalgamar con dos figuras antropomórficas. En el tipo iconográfico que presenta a santa Ana con la Virgen y el Niño, se trata de una Sagrada Familia que agrupa a tres generaciones: abuela, madre e hijo, y que en realidad podría ser un fragmento separado de la parentela de María. Al igual que este último tema, fue una iconografía especialmente difundida en Alemania y Centroeuropa, encontrándose ejemplos a partir del siglo XIV. Sin embargo, fue en los siglos XV y XVI cuando el tema se hizo realmente popular, no sólo en los países germánicos sino también en Italia y España. Durante estos primeros siglos la representación de este tema seguía un esquema rígido que incluía dos posibilidades: santa Ana sosteniendo en su regazo a la Virgen y al Niño, o bien el Niño Jesús sentado entre su madre y su abuela. Algunos autores como Leonardo Da Vinci ya introdujeron un enfoque más naturalista de la escena, pero será en el barroco cuando definitivamente se superen estos esquemas en favor de una representación realista, humana y cercana. España fue, durante el siglo XV y a a comienzos del siglo XVI, la nación europea mejor preparada para recibir los nuevos conceptos humanistas de vida y arte por sus condiciones espirituales, políticas y económicas, aunque desde el punto de vista de las formas plásticas, su adaptación de las implantadas por Italia fue más lenta por la necesidad de aprender las nuevas técnicas y de cambiar el gusto de la clientela. La escultura refleja quizás mejor que otros campos artísticos este afán de vuel
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