Fragmento de sarcófago; Roma, siglos II-III d.C. Mármol. Procedencia: colección privada de Nueva York. Medidas: 46 cm. Fragmento de sarcófago romano en el que se representa un relieve protagonizado por la figura de Eros, con facciones regordetas y alas cortas. El protagonista posee un rostro juvenil enmarcado por cabello ondulado con raya en el centro atado en un moño en la parte superior, se muestra de pie y desnudo excepto por un largo manto alrededor de los hombros, ambos brazos levantados para alcanzar grandes frutos redondos que cuelgan de un árbol de arriba. Esta escultura muestra el mantenimiento de la tradición mitológica aún en los siglos III y IV a pesar de que el cristianismo ya empezaba a expandirse, representando esa convivencia de ambas religiones en el imperio. En la cultura Romana, los sarcófagos fueron elementos realizados de manera muy frecuente, sobre todo para marcar lugares de enterramiento cuando se generalizó la inhumación (la cremación fue el ritual más común hasta Trajano, emperador entre el 98 y el 117 d. C., época desde la que se extiende el enterrar los cuerpos, sobre todo por influencia de ciertas religiones orientales de entre las que la más conocida sería el cristianismo, cambiando así las urnas cinerarias por los sarcófagos.
Fragmento de sarcófago; Roma, siglos II-III d.C. Mármol. Procedencia: colección privada de Nueva York. Medidas: 46 cm. Fragmento de sarcófago romano en el que se representa un relieve protagonizado por la figura de Eros, con facciones regordetas y alas cortas. El protagonista posee un rostro juvenil enmarcado por cabello ondulado con raya en el centro atado en un moño en la parte superior, se muestra de pie y desnudo excepto por un largo manto alrededor de los hombros, ambos brazos levantados para alcanzar grandes frutos redondos que cuelgan de un árbol de arriba. Esta escultura muestra el mantenimiento de la tradición mitológica aún en los siglos III y IV a pesar de que el cristianismo ya empezaba a expandirse, representando esa convivencia de ambas religiones en el imperio. En la cultura Romana, los sarcófagos fueron elementos realizados de manera muy frecuente, sobre todo para marcar lugares de enterramiento cuando se generalizó la inhumación (la cremación fue el ritual más común hasta Trajano, emperador entre el 98 y el 117 d. C., época desde la que se extiende el enterrar los cuerpos, sobre todo por influencia de ciertas religiones orientales de entre las que la más conocida sería el cristianismo, cambiando así las urnas cinerarias por los sarcófagos.
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