Taller de LUIS DE MORALES "El divino” (Badajoz, 1509 - Alcántara, 1586). “Piedad”. Óleo sobre tabla. Medidas: 44 x 30 cm; 51 x 38 cm (marco). La Virgen María abraza el cuerpo inerte de Jesús, con expresión triste; La tez aceitunada de Cristo armoniza en el gesto de su madre. A pesar de yacer muerto Cristo conserva en su rostro los signos de la tortura; la boca entreabierta, las gotas de sangre cayendo por su frente. Rasgos que nos introducen en el gran dramatismo que expresa esta imagen en la que una madre, recoge el cuerpo inerte de su hijo. El autor nos muestra una escena concentrada, con ambos protagonistas en primer plano, mostrando la diferencia entre la vida, que se aprecia en las manos tensas de la Virgen, y la muerte, reflejada en el cuerpo de Cristo, el cual cae por su propio peso. Esta pureza y misticismo nos deja entrever la influencia de Luis de Morales (Badajoz, 1515-1586), su estilo elegante y esquemático con él logra transmitir el drama de modo sencillo, con factura soberbia. La iconografía de la Virgen de los Dolores o Dolorosa no figura en los evangelios, es una creación que surge a partir de la exaltación del patetismo al final de la Edad Media. No obstante, el episodio sería siempre posterior a la muerte de Cristo, ya sea con su Hijo en la cruz, después del Descendimiento (con el cuerpo sobre su regazo), o con el dolor que sufre una madre en la soledad. En este caso se trata de un padecimiento por el martirio y la muerte de su hijo. Pintor de gran calidad y acusada personalidad, Luis de Morales, acaso el mejor entre los españoles de la segunda mitad del siglo XVI, a excepción del Greco. Su formación plantea serios problemas, aunque Palomino lo hace discípulo del flamenco, residente en Sevilla entre 1537 y 1563, Pedro de Campaña. Ciertamente la meticulosidad y detallismo de su pincelada y la concepción del paisaje son de origen flamenco, y la mayoría de sus temas icónicos de tradición medieval tardía. Pero realiza unos tipos humanos y emplea un colorido y un sfumato emparentados con la tradición lombarda de un Bernardino Luini y de un Cristoforo Solario, que seguramente conoció no mediante un viaje a Italia sino posiblemente a Valencia, para ponerse al tanto de las novedades aportadas por los leonardescos Fernando Yáñez y Fernando de Llanos y los rafaelescos Vicente y Juan Masip. Sin embargo, el sesgo más personal de su pintura radica en la atmósfera atormentada y casi histérica en que respiran sus personajes, volcados más que a la acción hacia una intensa vida interior, llenos de melancolía y renunciamiento ascético y característicos del clima de crispada religiosidad que habían impuesto en la España del XVI los movimientos de reforma, desde los menos ortodoxos del erasmismo y el alumbradismo, hasta los más genuinos del misticismo y el trentismo. Morales, denominado el Divino por su primer biógrafo, Antonio Palomino, porque pintaba solo asuntos religiosos con gran primor y sutileza, alcanzó su mejor época desde 1550 hasta 1570, pintando entonces numerosos retablos, trípticos y lienzos aislados que obtuvieron enorme difusión porque satisfacían la religiosidad popular de la época, si bien algunas de sus telas contienen citas y datos de erudición letrada, producto del contacto con los clientes ilustrados, a contar en primer lugar los obispos de la diócesis de Badajoz, a cuyo servicio estuvo. No está, por el contrario, documentalmente corroborada su presencia en el monasterio de El Escorial llamado por Felipe II, aunque parece que éste adquirió algun
Taller de LUIS DE MORALES "El divino” (Badajoz, 1509 - Alcántara, 1586). “Piedad”. Óleo sobre tabla. Medidas: 44 x 30 cm; 51 x 38 cm (marco). La Virgen María abraza el cuerpo inerte de Jesús, con expresión triste; La tez aceitunada de Cristo armoniza en el gesto de su madre. A pesar de yacer muerto Cristo conserva en su rostro los signos de la tortura; la boca entreabierta, las gotas de sangre cayendo por su frente. Rasgos que nos introducen en el gran dramatismo que expresa esta imagen en la que una madre, recoge el cuerpo inerte de su hijo. El autor nos muestra una escena concentrada, con ambos protagonistas en primer plano, mostrando la diferencia entre la vida, que se aprecia en las manos tensas de la Virgen, y la muerte, reflejada en el cuerpo de Cristo, el cual cae por su propio peso. Esta pureza y misticismo nos deja entrever la influencia de Luis de Morales (Badajoz, 1515-1586), su estilo elegante y esquemático con él logra transmitir el drama de modo sencillo, con factura soberbia. La iconografía de la Virgen de los Dolores o Dolorosa no figura en los evangelios, es una creación que surge a partir de la exaltación del patetismo al final de la Edad Media. No obstante, el episodio sería siempre posterior a la muerte de Cristo, ya sea con su Hijo en la cruz, después del Descendimiento (con el cuerpo sobre su regazo), o con el dolor que sufre una madre en la soledad. En este caso se trata de un padecimiento por el martirio y la muerte de su hijo. Pintor de gran calidad y acusada personalidad, Luis de Morales, acaso el mejor entre los españoles de la segunda mitad del siglo XVI, a excepción del Greco. Su formación plantea serios problemas, aunque Palomino lo hace discípulo del flamenco, residente en Sevilla entre 1537 y 1563, Pedro de Campaña. Ciertamente la meticulosidad y detallismo de su pincelada y la concepción del paisaje son de origen flamenco, y la mayoría de sus temas icónicos de tradición medieval tardía. Pero realiza unos tipos humanos y emplea un colorido y un sfumato emparentados con la tradición lombarda de un Bernardino Luini y de un Cristoforo Solario, que seguramente conoció no mediante un viaje a Italia sino posiblemente a Valencia, para ponerse al tanto de las novedades aportadas por los leonardescos Fernando Yáñez y Fernando de Llanos y los rafaelescos Vicente y Juan Masip. Sin embargo, el sesgo más personal de su pintura radica en la atmósfera atormentada y casi histérica en que respiran sus personajes, volcados más que a la acción hacia una intensa vida interior, llenos de melancolía y renunciamiento ascético y característicos del clima de crispada religiosidad que habían impuesto en la España del XVI los movimientos de reforma, desde los menos ortodoxos del erasmismo y el alumbradismo, hasta los más genuinos del misticismo y el trentismo. Morales, denominado el Divino por su primer biógrafo, Antonio Palomino, porque pintaba solo asuntos religiosos con gran primor y sutileza, alcanzó su mejor época desde 1550 hasta 1570, pintando entonces numerosos retablos, trípticos y lienzos aislados que obtuvieron enorme difusión porque satisfacían la religiosidad popular de la época, si bien algunas de sus telas contienen citas y datos de erudición letrada, producto del contacto con los clientes ilustrados, a contar en primer lugar los obispos de la diócesis de Badajoz, a cuyo servicio estuvo. No está, por el contrario, documentalmente corroborada su presencia en el monasterio de El Escorial llamado por Felipe II, aunque parece que éste adquirió algun
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